CONFESIONES DE UN ASESINO
Se abre el telón y aparece un actor de alrededor de 50 años leyendo en la cama. El escenario es una cama, un perchero antiguo con un abrigo, un roperito, un espejo oval en la pared y una silla de madera. El libro es de Patricia Higsmith
- Solamente alguien que haya asesinado puede contar con tanta precisión y poesía lo que siente un asesino. Pero mi historia no la contaron todavia ninguno de los genios del policial ni negro ni del blanco. (se incorpora y mira al público) Sí, nadie hasta ahora se enteró de mis, y perdonen la inmodestia, delicadisimos asesinatos. El secreto del crimen perfecto es no dejar huellas, o matar sin que sea considerado eso. ¿qué de qué hablo?. Vamos...piénsenlo un poquito ¿ninguno de ustedes mató a nadie?. Se los voy a preguntar de otra manera ¿nunca le desearon la muerte a nadie ni siquiera por piedad?. La muerte forma parte del azar, y matar a alguien es encontrar el momento justo en que algunas circunsancias coincidan.
La primera que sacrifiqué fue a mi hermana mayor. Ya no la soportaba, su tiranía me dejaba siempre como el último orejón del tarro. Siempre pedía y siempre le daban, vestidito a la moda, lo pedía, y enseguida lo tenía, mis padres conseguían lo que ella quería, no importaba dinero ni distancia. Así si mierda quería mierda tenía.
Yo no pedía mucho, mi madre a veces me preguntaba - Vos que querés? - Nada mamá ......
En realidad no había nada en la casa de muñecas donde estabamos comprando el ultimo capricho de mi hermana....Un dia lo decidí, tenía que liberarme de ella, solo tenia que encontrar la ocasión propicia y el momento exacto, o crearlos.
Ella misma me dio una señal el día que entré a la habitación que compartíamos y estaba sentada en la cama escondiendo su rostro. Me acerqué y vi que tenía un pañuelo manchado con sangre que chorreaba de su nariz. Cuando me vió me hizo jurar que no diría nada a nuestros padres, que no la delatara, porque nuestros padres no la dejarían ir esa noche a la fiesta de su amiga... En principio me negué, más que por preocupación, porque pensé estúpidamente que no podía dejar pasar aquella oportunidad de descubrir a la botona de mi hermana. Insistió, me rogó de rodillas que no dijera nada, algo importante quería ocultar o era más fuerte su deseo de salir esa noche. Finalmente accedí, después de todo era un secreto que seguramente sería más importante de lo que parecía, y ser su dueño me permitía extorsionarla. Durante el resto del día su estado empezó a empeorar, noté que varias veces casi se desmayaba y estaba pálida. Finalmente esa noche salió, y antes de irse y despedirse amorosamente de mis padres, me miró con gravedad.
A la madrugada vinieron a avisarnos que la habían internado en el hospital, nada grave un simple desmayo, pero la querían observar durante la noche. Salimos, despertamos a la tía Raquel para que me cuidara esa noche, mientras mis padres esperaban en el hospital. A la mañana siguiente tuve la buena nueva, mi hermana había muerto. Disimulé mi alegría detrás de lágrimas copiosas, mientras mi tía Raquel trataba de consolarme vanamente, y mi tío Isaac le decía que me dejara solo. Mis padres estaban desconsolados y repetían a cada rato la pregunta de los médicos de si en el día había tenido algún síntoma como desmayos o hemorragias...
El velorio la tuvo como centro y abundaron los - ¡Tenía la vida por delante!... - ¡No lo puedo creer!,...- Era tan alegre!,... - ¡Estaba tan llena de vida!, etcétera, etcétera... Hubo crisis de llanto varias, de abuelos, tíos, amigas. Esperé con paciencia que todos se retiraran, la enterraran y por fin empezara una nueva vida para mí. Pero me equivoqué, mi vida cambió, pero no como yo lo esperaba, el alma de mi hermana, como decían mis padres, seguía estando en la casa... Mi padre se dedicaba todos los viernes a la tarde a escuchar los discos de mi hermana, a mirar sus fotos y boletines de calificaciones, mientras jugaba con Jacki, el perrito de mi hermana...
Esto se repitió varios años, hasta que un día me cansé, y estando solo en casa provoqué un incendio que destruyó toda la cocina y el comedor, donde estaban apilados los discos y las fotos. Tuve la esperanza de que nos mudáramos a otra casa y de que el ritual de los viernes se terminara... Pero después de llantos, gritos e histerias varias decidieron arreglar la casa y los viernes empezaron a invitar a Patricia, una amiga de mi hermana, que comía con nosotros y contaba anécdotas de ella. La verdad es que yo también empecé a querer a Patricia, y pensé en matarla, pero después me pareció que era inútil. (El asesino se acerca al ropero y saca pelucas y vestidos, que empieza a probarse) Decidí probar otra estrategia (se sienta en la silla que está frente al espejo y toma pinturas y maquillaje).
Me vestí como ella... y quise darles una sorpresa a mis padres. ¡Vaya que se la llevaron!. Mi padre se quitó el cinto de un solo movimiento, me arrancó la peluca y el vestido, y me dio cintazos hasta que lo venció el cansancio... Mi madre me abrazó y lloró lo que le pareció una nueva desgracia. En ese preciso instante decidí quien sería el próximo muerto.
No era fácil, pero mi travestismo ocasional, le había disparado la presión sanguínea, así que podia ser el comienzo de algún problema cardíaco. Pensé que podía ayudar al destino disparando sobre sus puntos débiles, un día le hice desaparecer una chequera, otro día le rayé la pintura del auto, hice una copia de las llaves del negocio y se las di a unos ladrones, que prolijamente lo desvalijaron, hablé con el novio de Patricia para que la convenciera de no venir más. Fui sistemático, semana a semana tenía una nueva para resentir su ánimo, hasta que un día saqué a Jacki, un rato antes que mi padre volviera de trabajar, y empecé a jugar con el perro a que cruzara la calle y yo lo llamaba desde la vereda contraria. El muy pavote movía la colita contento con el juego, y corría de verdeda a vereda, hasta que en el preciso instante en el que estaba llegando mi padre, lo pisó un camión dejando un charco de sangre. Mi padre vio la escena se desmayó tomándose el pecho, y cayó al suelo de espaldas como una bolsa de papas. Yo levanté lo que quedaba de Jacki, para llevarlo a casa y enterrarlo en el jardín, previo mostrarlo a mi padre como correspondía. Yacía en la vereda y el golpe le había producido una herida en la cabeza, primero llevé al perro, lo dejé a un costado y fui a buscarlo a mi padre, que estaba inconsciente y perdiendo sangre, no había nadie en la calle de ese mediodía de verano. Ya adentro comprobé que su pulso era débil y me senté a esperar que llegara mi madre, que había salido de compras. Llegó en una hora y salió corriendo a buscar un teléfono para que viniera un médico, que vino dos horas más tarde, cuando ya no había nada por hacer...
Nuevamente imaginé que tendría una vida nueva, y efectivamente fue así, pero tampoco como yo lo esperaba, pero mi madre, se aferró a sus recuerdos, esta vez incorporando un nuevo muerto a su lista de acompañantes, y llenó la casa de retratos y fotos de mi padre y de mi hermana. Prendía velas para los cumpleaños y aniversarios y ecuchaba la música que le gustaba a mi padre... Cada tanto me reprochaba que estuviera vivo, llegando al punto de decirme un día que yo los había matado, describiendome punto por punto lo que les estuve contando... Fue demasiado para mí, y le dije que ella sería la próxima, que cuando menos se lo esperaba yo la mataría, me dijo que no esperara que lo hiciera ahora mismo...
Pero no lo hice, el secreto de un buen asesino es que ni su víctima tiene que sospecharlo, y cuando le dije que lo iba hacer había anulado esa posibilidad. Así pasaron días, semanas, meses, quizás años en los que seguían los reproches y los rituales. El día que intentó suicidarse con un cuchillo de cocina, la salvé con premura, la llevé al hospital, y cuando se recuperó la interné en un manicomio. No supe más nada de ella, me fui a vivir lejos, y eliminé cuidadosamente cualquier huella para que me pudieran ubicar, probablemente haya muerto. Cuidé que la internaran con las fotos y los discos, así que imagino que pasó o esta pasando sus últimos días con sus recuerdos.(Se siente un ruido de llaves, entran en la habitación dos hombres jóvenes. El asesino se sobresalta, y cuando ve quienes entran se le nota una expresión de alegría)
- ¡Hijo, volviste! (los hombres no lo escuchan ni lo ven y el asesino intenta abrazar a uno de ellos. Los dos hombres siguen conversando)
- ¿Cómo fue lo de tu viejo? (el asesino pone una expresión de incredulidad que muta a una resignación frente a su invisibilidad)
- La verdad es que no sé, yo hace un año que no lo veía, la última vez discutimos. Lo encontraron en su habitación, parece que hacía varios días que había muerto. Le dije que no soportaba que el nunca me haya contado su historia.. (El asesino se retira, apesadumbrado, haciendo mutis por el foro)
TELÓN
miércoles, 23 de diciembre de 2009
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5 comentarios:
Tus relatos son alucinantes. Nunca imaginé que escondías la pasión de un serial killer. A partir de este momento me convierto en un fan tuyo. Me molesta que hayas querido asesinar al perro de tu hermana que no tenía nada que ve con nada, eso demuestra un costado vengativo tuyo que no me gusta nada. Los rumanos son todos traicioneros, así que algo de eso se filtra en tu sangre ( Caucescu, su mujer, y tantos otros más). Respecto a los árabes, sí, son sucios, tu morá de la Bilaik o de lo que sea tenía razón. Yo soy árabe y soy sucio, puedo acreditarlo. Algún día te voy a contar cómo se hace el kebbe auténtico.
Respecto al cuento navideño te digo que la familia Dobry te va a hacer juicio por uso abusivo de nombre. Y además, me molesta que no le hayas puesto final, me dejaste con las ganas de saber, pero bueno, así son los grandes escritores.
Quiero massssssss.
Rubén Ch.
En realidad no fue de la bialik fue en Israel
Eso que decis de la "traicion rumana" es estricta verdad, todos tenemos algo de eso, como los polacos son todos mentirosos y estafadores.
Mi abuelo, que regenteaba un pequeño, pero próspero, prostíbulo familiar en las cercanías de Brest Litovsk, puede dar fe de lo traicionero del carácter rumano. Su mejor cliente lo era, y se fugó con su mujer cierta noche, después de hacerlo beber copiosamente un vino rumano - o húngaro, tanto da - y alzarse con la recaudación de casi un mes.
Mi abuelo no pudo reponerse y emigró a la Argentina, en dónde, aprovechando su experiencia en el ramo, montó una cadena de prostíbulos "al paso" con la que amasó una pequeña fortuna, que le permitió, sino olvidar, por lo menos mitigar el dolor de los cuernos que le puso el rumano.
En fin, cada uno ventila sus fantasmas como puede, o sabe, o lo dejan. Asi que acá está la explicación de porqué siempre dijeron de mi - con toda justicia - que soy un hijo de puta.
MUY BUENO EL CUENTO Y OBRA DE TEATRO, MARIO. TE PASASTE. SEGUI ESCRIBIENDO QUE SABÉS COMO SE HACE. ME ENCANTÓ. PARABENS. GERMAN
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