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viernes, 18 de enero de 2019

Las dos sinagogas

En la calle Paraguay y Mendoza hay dos sinagogas, una grande, estilo art deco con un imponente escenario, un gran salón y balcones a los costados, como plateas, donde se ubicaban las mujeres.  Cruzando un patio, en la parte trasera, había una habitación que era la sinagoga más pequeña y modesta,  usada generalmente por los feligreses más piadosos. En el Shil grande, oficiaba un Jazán con voz de tenor y vestido con unas hermosas túnicas blancas o negras de acuerdo a la ceremonia.  Cantaba junto con un coro y había una puesta en escena deslumbrante por momentos, que no lograba acallar el murmullo de los feligreses. En el shil chiquito, se turnaban los oficiantes, que eran elegidos entre los que más sabían del ritual, la ceremonia parecía más caótica por momentos, cada uno rezaba como para si mismo y se conversaba sólo en los intervalos. Hay que aclarar que los rezos de un día como Rosh Hashana o Iom Kipur ocupan libros enteros y son muchas horas, por lo que las festividades son una buena ocasión para encuentros y conversar sobre los temas de actualidad.
Por una razón que nunca entendí del todo, mi papá que no era muy devoto iba al Shil Chiquito, y su hermano el tío José, que era más religioso, iba al grande. Cuando íbamos a la calle Paraguay yo fluctuaba entre las dos sinagogas y mi diversión era comparar en qué parte del ceremonial estaba cada una, generalmente el chiquito iba aventajado por bastante tiempo al grande.
Yo no rezaba y otra de mis actividades era revisar una enorme mesa de libros que había en el shil chiquito, donde había viejos libros de rezos y algunas Torás en Hebreo, junto con algunos libros en español, cuidadosamente forrados. Uno de ellos fue Flash, de la colección Hechos reales de EMECE, me lo leí en una tarde de Iom Kipur. Pero no fue siempre así, la mayoría de las veces era acompañar a mi padre o a mi tío que trataban en vano de que entendiera el sentido del rezo, o estar a su lado mientras conversaban con algún otro feligrés en idish, sin que yo entendiera nada. 
Pero un día de 1980 o 1981 pasó algo distinto, estaba con mi padre en el shil chiquito en el momento de descanso y se acercó a hablar con él Don Gaissiner, que terminaba de dirigir la ceremonia, empezaron en idish, pero a poco de comenzar el hombre pregunto si yo sabía idish, y ante la negativa empezó a hablar en español y me integró a la conversación. Cuando se disponían a volver a los rituales, le dije a mi padre que iba a verlo al tío José en el otro shil. Crucé el patio  y entré al gran salón y me acerqué al tío que estaba conversando con otros hombres esta vez también en español. Me presentó a sus contertulios, que no repararon demasiado en mi y continuaron con lo suyo, y me quedé escuchándolos. Hablaban de Jacobo Timerman, de que había decidido irse a Israel, que había sido torturado, que entre los militares había mucho antisemitismo, que el hijo de algún paisano estaba desaparecido. No todos parecían opinar lo mismo, sin embargo la discusión no era subida de tono, mantenían la charla amistosa, coincidiendo en los temores que les generaba lo que le había ocurrido a Timerman. 
Semanas después, mi mamá me llevó a la dentista, en la sala de espera había revistas, Antena, Gente, Radiolandia, pero la que me llamó la atención fue Somos que tenía una foto enorme de Jacobo Timerman, con el título de "La Guerra ideológica", busco la nota y leo que Timerman había ido a una reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, y el cronista decía algo distinto de lo que había escuchado en Iom Kipur:
Timerman repitió el leit motiv de los artículos que firma en la prensa norteamericana y europea: acusó al gobierno argentino de fascista, describió con truculencia casi teatral sus seis meses de detención, lanzó aquí y allá nombres de presuntos desaparecidos y terminó su discurso con una infortunada denuncia que acabaría por resultar un tiro por la culata: dijo que su caso era el símbolo más claro de la persecución contra los judíos que se libraba en la Argentina. (…) Pero el ataque más duro que recibió Timerman estuvo a cargo de los editores argentinos Jorge Anuar (Pregón, de Jujuy), José Claudio Escribano (La Nación), Máximo Gainza Castro (La Prensa) y Raúl Kraiselburd (El Día, de La Plata), que asumieron la defensa de su país ‘hasta hacer enrojecer a Timerman’, según un cable de Associated Press.

Mario Gluck

jueves, 16 de septiembre de 2010

EL CURA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ

- ¡Que capo el cura!- Dijo el Mono Darío.
- Si viste, nada que ver con otros como el de la Merced que es medio marica- replicó el Cuervo Darío.
- Si a este le gusta el fútbol y practica artes marciales- Comentó Cachito.
- Claro y lo que sabe de armas- Siguió el Mono.
- Mirá vos -dije como al descuido, tratando abstenerme de cualquier opinión sobre un cura.
- Tendrías que venir a una reunión en la parroquia - me dijo Omar.
- Siempre el mismo pelotudo - le contestó el Mono- ¿no te acordás que el flaco es judío?.
- Ya sé boludo, pero ¿por qué no puede ir a la chopeada que organiza el cura el sábado?.
- Si, tiene razón Omar, voy a ir con ustedes el sábado- Dije-
Los Daríos, Cachito y Omar asintieron y el Mono me vendió la entrada. No se me había cruzado por la cabeza la posibilidad de una conversión, pero me intrigaba conocer a ese cura que tanto fascinaba a mis amigos. La imagen que yo tenía de los curas era la de unos seres oscuros, ojerosos, y que despedían ciertos vahos que mezclaban incienso, naftalina y almidón Colman.
Finalmente llegó el sábado, le dije a mi viejo que me encontraba con los muchachos en la esquina y en una de esas comiamos unas pizas en lo de la abuela del Mono. Si le contaba la verdad, Benjamín llamaba al tío José y al tío Isaac, para que me convencieran que tenía que hacer pronto el Bar Mitzba, antes que me convirtiera... Fuimos, el Cuervo me presentó al padre Zitelli, y tengo que confesar que me cayó simpático, podía ser un taxista, verdulero, panadero o cualquier persona, nada que se pareciera a lo que yo imaginaba como cura. Bueno, despues de todo sólo había sido un apretón de manos, y despues me tomé todo el choop que se me puso a tiro... Que curioso, hoy los organizadores de la fiesta, incluido el cura, irían presos: tanto yo como mis amigos no pasámos los 16 años...
La borrachera de esa noche fue inolvidable, al punto que no recuerdo cómo llegué a mi casa que estaba a escasas tres cuadras de la Iglesia.
Tan sólo (hoy día puedo decir esto) tres larguísimos años después leo una noticia, en la que dos ex - presas políticas denuciaban al capellán de la policía padre Eugenio Zitelli, además de cura párroco de Pueblo Nuevo, por avalar torturas... Para ese momento yo tenía nuevos amigos, entre ellos Frasquito, el anarquista que pinturrajeó toda la Facultad de Humanidades con larguisimas consignas acratas. Lo había conocido en la Facultad, pero vivía tambén en Pueblo Nuevo, y una noche que nos encontramos en el colectivo, bajamos y me pidió que lo acompañara. LLegamos a la Iglesia y sacó de su mochila unos aerosoles negros... Juro que temblé, pensando en la cantidad de damajuanas de vino que nos podia costar eso si nos descubría el comisario de la 25... Pero Frasquito permaneció imperturbable, y escribio BENDECIR TORTURADORES ¿ES CARIDAD CRISTIANA?, en una de las paredes laterales de la Iglesia...
El escrito permaneció mucho tiempo, pero a los pocos días ya habían trasladado a Casilda al padre Eugenio Zitelli, ex cura párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Paz, de Pueblo Nuevo...

sábado, 3 de julio de 2010

CARTA A RICARDO FALCON

QUERIDO RICARDO: no voy a poder cumplir la promesa de escribir tu obituario, como me lo hiciste prometer el domingo, mientras tomabas una copa de vino tinto. Te recuerdo que la promesa original era charlar sobre nuestros "negocios" como vos decias, el miércoles. Ya que no cumpliste, me eximo de mi promesa. Por otra parte sabes muy bien que no me salen ni los obituarios ni los panegiricos... Estoy seguro ademas que tampoco te gustan demasiado, ya lo hemos discutido alguna vez, en esas interminables mesas en las que jugábamos a que teníamos charlas trascendentales. En realidad vos nos hacias creer que eramos unos grandes intelectuales debatiendo grandes problemas, y asi nos incluias a compañeros de trabajo, alumnos, taxistas, mozos de bar y una larga lista de etceteras...


Sos un farsante maravilloso, que convertis a tu interlocutor en alguien importante, en esa suerte de mayéutica que practicaste siempre... Si no fuera porque se que compartimos convicciones liberales, diria que sos un populista y un demagogo, pero no me puedo excluir de tus juegos, que son muchos. Casi todos centrados en tu persona: como ese que decis - Hoy es el primer dia de la semana que tomo.... o

- Deje de fumar hace 3 meses; mientras con total impunidad blandis un Parisienne, tomas un Whisky camuflado y yo asiento haciendome el pelotudo...

Es domingo, 27 de junio de 2010, estoy en un bar (¿podia ser de otra manera?) charlando con vos, jugando con vos, involucrandome en tus farsas, creyendo en tus historias de mafia, y quiero que este momento no termine, porque presiento que puede ser el último y generalmente no me equivoco. Sin embargo, me termino despidiendo como cualquier dia, con la promesa incumplible de seguir charlando y de escribir un obituario imposible.

UN ABRAZO

MARIO

sábado, 9 de enero de 2010

UNA DISCUSION ANTROPOLOGICA


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ESTA DISCUSIÓN SURGIÓ A PARTIR DE UN TRABAJO DE VICTOR, ARTISTA PLASTICO PROFESIONAL Y ETNÓGRAFO VOCACIONAL, QUE HIZO ESTE PRIMER TEXTO SOBRE LA VIDA SEXUAL DE LOS CAMIONEROS QUE FUE RESPONDIDO OPORTUNAMENTE, MATIZANDO LAS HIPOTESIS ORIGINALES DEL PRIMER AUTOR.


Entre las tribus nòmades posthispànicas, se ha extendido la de los "camioneros".
SOCIOLOGIA
Los integrantes de esta tribu, suelen desplazarse solos durante jornadas completas y en grandes vehìculos de locomociòn, observàndoselos en grupos ocasionalmente, en estaciones de servicio, bares y prostìbulos de cuarta.


RELIGION
Practican la fè monoteìsta, de la rama cristiana, ya sea catòlica o evangèlica. No se han detectado camioneros judìos o de otras religiones. Comparten ademàs mitos y leyendas populares y la creencia ingenua de que sus esposas no tienen sexo mientras ellos estàn fuera de casa.


ARQUITECTURA
La evolucionada arquitectura de su hàbitat, el camiòn, cumple con casi todas las necesidades bàsicas de un hogar occidental, adaptàndose además a los distintos territorios e inclemencias que pudieran sobrevenir. Buches y bauleras totalmente disimulados en la estructura prismàtica del acoplado, se convierten en comedores al aire libre, con parrillero,mesada y alacena. La cabina se transforma en dormitorio. Para baño, bueno, cuentan con millones de hectàreas dònde encontrar el maizal o àrbol amigo que les brinde a privacidad necesaria.
Como la cabina es el lugar donde permanecen la mayor parte de su vida, han desarrollado un fino sentido artìstico en su decoraciòn. Los parabrisas ostentan calcomanìas de bandadas de pàjaros en hilera y otras ridiculeces que no hacen màs que entorpecer la visiòn. Se puede reconocer el estado civil de un camionero en los siguientes detalles:
· Los casados: pueblan sus cabinas de figuras de vìrgenes en calcomanìas y medallas y cuelgan por doquier zapatillas en miniatura y otros juguetitos.
· Los solteros: colocan fotos de mujeres desnudas no vìrgenes; tapizan las paredes interiores y asientos con imitaciones de terciopelo, cuero rojo o piel de leopardo y pequeñas lamparitas en lugares estratègicos, en cuanto se encienden, le confieren a la cabina del camiòn la identidad estètica del albergue transitorio màs deprimente.
CULTURA MUSICAL

Hasta hace unas dècadas eran primordiales el chamamè y el tango entre sus gustos musicales. Actualmente se ha extendido mas el gènero "cumbia" y del tipo "villera". Gustan, ademàs de pretendidos mùsicos como Pimpinela, el Paz Martìnez, Django, Sergio Denis. Si es por radio, tratan de buscar las emisoras con mayor interferencia. Si es con equipo de sonido, escuchan cassettes que patinan despiadadamente hasta la tortura, pero finalmente las cintas se cortan o enredan, para beneplàcito del acompañante ocasional.
PSICOSOCIOLOGIA
Es interesante el abordaje psicosocial de esta tribu a partir de las leyendas que se leen preferentemente en la parte trasera de los camiones. Demuestran profunda sensibilidad y camarederìa en la ruta en
inscripciones tales como:
"Si me tocàs la cola, te rompo la trompa".
Otras leyendas como:
"Viejita, no me esperes" o " Mi madre hizo este leòn...etc." denotan una relaciòn edìpica con la madre extremadamente ìntima e irresuelta.

SEXUALIDAD

Los camioneros son hèterosexuales en su mayorìa. Estudios de campo no han detectado camioneros homosexuales de orientaciòn pasiva, o, por lo menos, que lo manifiesten abiertamente. Sì se detectan, además no tienen problemas en declararlo, camioneros homosexuales activos, es decir, que cumplen el rol masculino de la penetraciòn. Incluso las camioneras lesbianas tambièn lo son cumpliendo este rol.
La vida nòmade lejos de sus parejas elegidas para la procreaciòn, les desarrollò una sexualidad adaptada a este medio ambiente àspero y hostil, en el que escasean las posibilidades de elecciòn.
Es entendible por ello entonces que los camioneros se definan dentro de una categorìa sexual especial que podrìamos denominar orificiofìlicos. Esto engloba a aquellos que son atraìdos sexualmente por cualquier agujero, sin oponer exigencias, pruritos, escrùpulos o criterios de selecciòn.
El presente estudio puede anexar monografìas de antropòlogos versados en el tema.
RESPUESTA:
Estimado profesor Gómez:
Su estudio etnográfico me resultó interesantísimo y una excelente síntesis de los hábitos y costumbres de los camioneros. Sin embargo, en lo atinente a la sexualidad, me permitiría sugerirle algunos matices, que quizás confirmen la regla de la "orificiofilia". Como usted sabrá, entre mis múltiples intereses científicos en algun momento me ocupé
de la homosexualidad en las dos orillas del arroyo saladillo en Rosario y Villa Gobernado Gálvez. Como metodología de trabajo utilizamos la
observación participante y las entrevistas en profundidad. La observación participante estuvo a cargo de jóvenes estudiantes capaces de cualquier cosa con tal de conseguir información y becas, que convivieron con homosexuales y taxiboys (en el lenguaje del barrio soplanucas) tomaban nota acerca de sus hábitos y luego me los enviaban para hacerle las entrevistas, que hice
personalmente.
Uno de los estudiantes, que seguia a los taxis boys, acompañó a un grupo de ellos a una despedida de soltero, de un camionero, “Pichula”, de 32 años. La
despedida se hacía en el club Sarmiento de Pueblo Nuevo, que se encuentra en la orilla sur del arroyo y a la vera de las vías del ferrocarril, cerca del frigorífico Swift. La calle estaba poblada de camiones con acoplado, que mostraban patentes de todo el país, de los compañeros de Pichula que no quisieron perderse la despedida.
La fiesta transcurrió en un clima previsible, mucho vino barato, cerveza, algunos bocaditos, anuncios de bromas pesadas, música cumbianchera, etc.
etc.. Pasada la medianoche, y con el aliento avinagrado, uno de los camioneros levantó sobre sus hombros a Pichula y lo llevó a dar una improvisada vuelta olimpica a la cancha multifuncion del club, seguido por sus compañeros. En un momento se desviaron y lo llevaron hasta el galponcito del fondo, donde entraron pichula y cinco camioneros, seguidos por nuestro taxi boy informante, que le dijo a mi ayudante que entrara en unos minutos.
Mi ayudante dejo pasar 10 minutos y no dio credito a lo que veía: un trencito orgiástico cuya locomotora era el homenajeado y el último vagon el taxi boy, todos en una danza frenética con la plasticidad de los rugbiers. Mi joven ayudante me informó de la novedad y le dije que indagara si se trataba de una conducta circunstancial o si ocurria en otras oportunidades. Según los taxi boys estas ceremonias se daban con cierta frecuencia ante situaciones como las despedidas, el embarazo de las esposas, cumpleaños, etc.. Los camioneros mantuvieron un mutismo hermético, incluso los que participaron de la orgía... Otro de mis ayudantes propuso hacer un trabajo específico sobre la homosexualidad entre camioneros, con observación participante, pero evalué que el riesgo era muy grande y que nos costaría mucho conseguir subsidios. Por lo tanto la investigación quedó trunca, y no se pudo sacar conclusiones relevantes sobre el hecho. Sin embargo le hago este humilde aporte como para que usted, investigador versado en el tema pueda continuarlo y confirmar o refutar la hipótesis que le sugiero: la orificiofilia de los camioneros, se rompe ante determinadas situaciones vitales (paternidad, casamiento, cumpleaños), que generan en los actores la necesidad de un ritual de pasaje con sus compañeros, en la que no solo "dan" corporalmente sino que necesitan "recibir".
Sin mas lo saluda atentamente
PROF. MARCELO BUENAVENTURA


miércoles, 23 de diciembre de 2009

babel

BABEL


En 1941 Benjamín Gluck, alias Don Pedro el almacenero, alias Pedro Mesina, el mueblero, alias mi padre; llegó a la Argentina con 17 años biológicos y 18 según el pasaporte. Según Mayer su padre venían escapando de la guerra, para vivir otra vida, según Benjamín fue arrancado del Shtetl, en su Transilvania natal, porque mi abuelo pensó en la seguridad de sus hijos menores, y no contempló que él, Benjamín, se había enamorado. Don Pedro nunca perdonaría a sus hermanos esa decisión que no tuvieron. Mi abuela Ethel nadie sabe que pensó, lo cierto es que calló en el único idioma que conocía con perfección de literata, el idish. Cualquier balbuceo hubiese sido acallado inmediatamente por Mayer, de un puñetazo seco y certero. En realidad la primera en venir fue la tia Jaiche, hermana mayor de Benjamín, se casó en Montevideo con el tío Aizik, que era comunista. Tuvieron un hijo que lo llamaron León que no circuncidaron1
Fueron a una colonia agrícola entre tropical y desértica, en el norte de Santa Fe. Allí, Benjamím descubrió un calor que no conocía, el monte, el asado, el mate y un idioma que primero tradujo, después pensó, y finalmente sincretizó con sus ocho lenguas de frontera. Primero creyó que estaba frente a la redención por el trabajo manual, que había aprendido de sus amigos del Hashomer o comunistas, y el espíritu colonizador que vio en otros inmigrantes. Así se casó, entre otras cosas, para tener su propia parcela de tierra, pero pronto descubrió que las tareas agrícolas no lo apasionaban, tuvo una hija, se separó y viajó a Rosario. Allí instaló un despacho de bebidas, con parroquianos criollos, que hablaban de fútbol y jugaban al truco, dos cosas que Benjamín, rebautizado ahora Don Pedro, nunca comprendería. Mayer, también se fue a Rosario para morir del cáncer que trajo de Europa.
Con el tiempo conocería a mi madre, Luisa o Lea, hija de un ruso comunista y alcohólico y de una lituana analfabeta; que vivía con sus seis hermanos en un conventillo del centro. Según su madre la “Leie” era “enferma de los nervios”, y con esto explicaba las veces que la había apaleado y atado desde chica.
Se casaron por “jipe”2, por civil no pudieron o creyeron que no podían, y tuvieron una hija a la que llamaron Sofía que cuando creció se hizo llamar Susana. Mientras tanto, Don Pedro dejó el despacho de bebidas y se convirtió en un próspero almacenero, compró un auto pero tuvo que venderlo porque no aprendió a manejar, y empezó una actividad que lo apasionaría: comprar y vender casas y mudarse a todas las que iba comprando. Mi madre a todo esto empezó a hacerse llamar Juanita y conoció varios manicomios y electrochoques, que hicieron lo que hacía su madre empíricamente.
Años después nací yo, me pusieron de nombre Mario en honor de mi abuelo Mayer y nunca cambié mi nombre ni acepté ningún apodo. Debería decir que me lo cambiaron, cuando empecé la escuela hebrea me llamaron Meir, pero sólo en el turno tarde, donde Guillermito se llamaba Neftalí; Sergio, Eliécer; y David era el único que conservaba su nombre.
El tiempo pasaba sin mayores sobresaltos para Pedro Benjamín, salvo por la muerte de su hermano menor, Mesilin o Manolo para los amigos de escolazo y burdeles. El tío Manolo estaba carcomido por un cáncer, que le había tomado cerebro.
La escuela hebrea, además de cambiarme el nombre, me enseñó un nuevo idioma que me permitió entre otras cosas llamar correctamente las festividades judías. Así Rosh hashune se empezó a llamar Rosh Hashana, Yom Kiper Yom Kipur y el plebeyo y diaspórico Shabes se transformó en el originario Shabat. Mi deporte predilecto fue corregir a mi padre en su incorrecto hebreo, y mi ilusión fue por fin poder hablar con mi abuela Ethel sin traductores. Pero ambas fueron tareas vanas, mi padre siguió pronunciando como antes y mi abuela no me comprendía, sólo atinaba a responder siempre con el mismo sonsonete ¿por qué no se aprende idish?...
Así pasó una parte de mi infancia, entre idiomas, dialectos y cocoliches, hasta que un dia mis padres decidieron que fueramos a Israel. Mi padre soñó con la vuelta al shtetl, mi madre con un lugar donde nadie recordaría su paso por el psiquiátrico, mi hermana con el pais al que todo joven judío tarde o temprano iba a ir, y yo en que de una vez por todas los que me rodeaban y yo mismo tuviéramos un solo nombre y habláramos un mismo idioma.
Las ilusiones duraron poco y pronto Benjamín descubrió que eso era el desierto del Neguev y no los Cárpatos y que ninguno de sus ocho idiomas servían en Beer Sheva. Mi madre pudo vivir sin los viejos estigmas, pero se apropió de otros nuevos, y mi hermana lamentó haber perdido su viaje iniciático. A mí no me llamaron Meir como en la escuela hebrea, la maestra había decidido dejarme mi nombre original, tal como ella lo entendía o lo podía proniunciar. Así, para ella y para mis compañeros de colegio me empecé a llamar Maggio, en un impensado cocoliche del español. Me encontré así con un nuevo idioma, que se parecía solo vagamente al que había aprendido en la escuela, y hablando y pensando en el con los israelíes y hablando y pensando en español en casa. También aprendí que había gente peligrosa a la que llamaban arabí,3 gente sucia a la que llamaban marrocanos, y gente bruta a la que llamaban grusines4.
En la pequeña torre de babel donde vivíamos había, de todo, menos arabes por supuesto, marroquíes de lejano origen hispánico, rumanos, rusos, georgianos y yemenitas. Por distintos motivos era difícil entenderse y por supuesto convivir y jamás supimos los nombres propios de nuestros vecinos, sólo su nacionalidad.
Los días transcurrieron y la diferencia se transformó en rutina, en el paisaje cotidiano que ya no asombra. Pero como en todo relato que se precie debe ocurrir algo extraordinario, aquí también ocurrió. El Yom Kipur de 1974, estalló una guerra, que los que estabamos en el edificio no entendimos del todo, pero que nos obligó a salir de nuestros departamentos y encerrarnos el el refugio. Al principio intentamos comunicarnos, los que sabían y los que no hablaron de pronto en hebreo, para saber si el otro tenía alguna noticia de lo que estaba ocurriendo. Todo era vaguedad e incertidumbre, y cada uno volvió a hablar en su idioma o la variedad que conocía, los soliloquios se transformaron en un coro caótico y alocado.6Por fin sonó la sirena que indicaba que se podía salir, y todo el mundo se llamó a silencio.
Cada uno fue a su casa, no hubo comentarios del tema, y volver al refugio, todos los días, se volvió rutina. Nunca más hubo un estallido como el del primer día, ya nadie creía seriamente que un bombardeo iba a destruirnos.
1. Cuando mis abuelos descubrieron que León no era circunciso, montaron en cólera. Mi abuelo los echó de su casa y mi abuela maldijo al bebé. Fue el primer arrepentimiento fuerte que el provocó su celo religioso, el chico, se descubrió después tenía una enfermedad incurable.
2. Casamiento religioso judío, recuerdo al lector que el judaísmo permite el divorcio.
3. También los árabes eran gente sucia, por lo menos era lo que decia la morá de actividades prácticas cuando, al ver mis trabajitos, me decía
- No seas sucio como un árabe.
4. Georgianos, en hebrero. Eran unos montañeses muy divertidos, todas las noches estaban de fiesta. Nunca supe cuantos eran, pero eran muchos
5. Día del perdón. Para mí era el dia que todos íbamos a la sinagoga y nos encontrábamos con familiares, amigos. Mis padres ayunaban pero me llevaban a comer un carlitos en el bar de la esquina.
6. Algún tiempo después escuché el mismo griterío en una misa pentecostal

CONFESIONES DE UN ASESINO

CONFESIONES DE UN ASESINO


Se abre el telón y aparece un actor de alrededor de 50 años leyendo en la cama. El escenario es una cama, un perchero antiguo con un abrigo, un roperito, un espejo oval en la pared y una silla de madera. El libro es de Patricia Higsmith
- Solamente alguien que haya asesinado puede contar con tanta precisión y poesía lo que siente un asesino. Pero mi historia no la contaron todavia ninguno de los genios del policial ni negro ni del blanco. (se incorpora y mira al público) Sí, nadie hasta ahora se enteró de mis, y perdonen la inmodestia, delicadisimos asesinatos. El secreto del crimen perfecto es no dejar huellas, o matar sin que sea considerado eso. ¿qué de qué hablo?. Vamos...piénsenlo un poquito ¿ninguno de ustedes mató a nadie?. Se los voy a preguntar de otra manera ¿nunca le desearon la muerte a nadie ni siquiera por piedad?. La muerte forma parte del azar, y matar a alguien es encontrar el momento justo en que algunas circunsancias coincidan.
La primera que sacrifiqué fue a mi hermana mayor. Ya no la soportaba, su tiranía me dejaba siempre como el último orejón del tarro. Siempre pedía y siempre le daban, vestidito a la moda, lo pedía, y enseguida lo tenía, mis padres conseguían lo que ella quería, no importaba dinero ni distancia. Así si mierda quería mierda tenía.
Yo no pedía mucho, mi madre a veces me preguntaba - Vos que querés? - Nada mamá ......
En realidad no había nada en la casa de muñecas donde estabamos comprando el ultimo capricho de mi hermana....Un dia lo decidí, tenía que liberarme de ella, solo tenia que encontrar la ocasión propicia y el momento exacto, o crearlos.
Ella misma me dio una señal el día que entré a la habitación que compartíamos y estaba sentada en la cama escondiendo su rostro. Me acerqué y vi que tenía un pañuelo manchado con sangre que chorreaba de su nariz. Cuando me vió me hizo jurar que no diría nada a nuestros padres, que no la delatara, porque nuestros padres no la dejarían ir esa noche a la fiesta de su amiga... En principio me negué, más que por preocupación, porque pensé estúpidamente que no podía dejar pasar aquella oportunidad de descubrir a la botona de mi hermana. Insistió, me rogó de rodillas que no dijera nada, algo importante quería ocultar o era más fuerte su deseo de salir esa noche. Finalmente accedí, después de todo era un secreto que seguramente sería más importante de lo que parecía, y ser su dueño me permitía extorsionarla. Durante el resto del día su estado empezó a empeorar, noté que varias veces casi se desmayaba y estaba pálida. Finalmente esa noche salió, y antes de irse y despedirse amorosamente de mis padres, me miró con gravedad.
A la madrugada vinieron a avisarnos que la habían internado en el hospital, nada grave un simple desmayo, pero la querían observar durante la noche. Salimos, despertamos a la tía Raquel para que me cuidara esa noche, mientras mis padres esperaban en el hospital. A la mañana siguiente tuve la buena nueva, mi hermana había muerto. Disimulé mi alegría detrás de lágrimas copiosas, mientras mi tía Raquel trataba de consolarme vanamente, y mi tío Isaac le decía que me dejara solo. Mis padres estaban desconsolados y repetían a cada rato la pregunta de los médicos de si en el día había tenido algún síntoma como desmayos o hemorragias...
El velorio la tuvo como centro y abundaron los - ¡Tenía la vida por delante!... - ¡No lo puedo creer!,...- Era tan alegre!,... - ¡Estaba tan llena de vida!, etcétera, etcétera... Hubo crisis de llanto varias, de abuelos, tíos, amigas. Esperé con paciencia que todos se retiraran, la enterraran y por fin empezara una nueva vida para mí. Pero me equivoqué, mi vida cambió, pero no como yo lo esperaba, el alma de mi hermana, como decían mis padres, seguía estando en la casa... Mi padre se dedicaba todos los viernes a la tarde a escuchar los discos de mi hermana, a mirar sus fotos y boletines de calificaciones, mientras jugaba con Jacki, el perrito de mi hermana...
Esto se repitió varios años, hasta que un día me cansé, y estando solo en casa provoqué un incendio que destruyó toda la cocina y el comedor, donde estaban apilados los discos y las fotos. Tuve la esperanza de que nos mudáramos a otra casa y de que el ritual de los viernes se terminara... Pero después de llantos, gritos e histerias varias decidieron arreglar la casa y los viernes empezaron a invitar a Patricia, una amiga de mi hermana, que comía con nosotros y contaba anécdotas de ella. La verdad es que yo también empecé a querer a Patricia, y pensé en matarla, pero después me pareció que era inútil. (El asesino se acerca al ropero y saca pelucas y vestidos, que empieza a probarse) Decidí probar otra estrategia (se sienta en la silla que está frente al espejo y toma pinturas y maquillaje).
Me vestí como ella... y quise darles una sorpresa a mis padres. ¡Vaya que se la llevaron!. Mi padre se quitó el cinto de un solo movimiento, me arrancó la peluca y el vestido, y me dio cintazos hasta que lo venció el cansancio... Mi madre me abrazó y lloró lo que le pareció una nueva desgracia. En ese preciso instante decidí quien sería el próximo muerto.
No era fácil, pero mi travestismo ocasional, le había disparado la presión sanguínea, así que podia ser el comienzo de algún problema cardíaco. Pensé que podía ayudar al destino disparando sobre sus puntos débiles, un día le hice desaparecer una chequera, otro día le rayé la pintura del auto, hice una copia de las llaves del negocio y se las di a unos ladrones, que prolijamente lo desvalijaron, hablé con el novio de Patricia para que la convenciera de no venir más. Fui sistemático, semana a semana tenía una nueva para resentir su ánimo, hasta que un día saqué a Jacki, un rato antes que mi padre volviera de trabajar, y empecé a jugar con el perro a que cruzara la calle y yo lo llamaba desde la vereda contraria. El muy pavote movía la colita contento con el juego, y corría de verdeda a vereda, hasta que en el preciso instante en el que estaba llegando mi padre, lo pisó un camión dejando un charco de sangre. Mi padre vio la escena se desmayó tomándose el pecho, y cayó al suelo de espaldas como una bolsa de papas. Yo levanté lo que quedaba de Jacki, para llevarlo a casa y enterrarlo en el jardín, previo mostrarlo a mi padre como correspondía. Yacía en la vereda y el golpe le había producido una herida en la cabeza, primero llevé al perro, lo dejé a un costado y fui a buscarlo a mi padre, que estaba inconsciente y perdiendo sangre, no había nadie en la calle de ese mediodía de verano. Ya adentro comprobé que su pulso era débil y me senté a esperar que llegara mi madre, que había salido de compras. Llegó en una hora y salió corriendo a buscar un teléfono para que viniera un médico, que vino dos horas más tarde, cuando ya no había nada por hacer...
Nuevamente imaginé que tendría una vida nueva, y efectivamente fue así, pero tampoco como yo lo esperaba, pero mi madre, se aferró a sus recuerdos, esta vez incorporando un nuevo muerto a su lista de acompañantes, y llenó la casa de retratos y fotos de mi padre y de mi hermana. Prendía velas para los cumpleaños y aniversarios y ecuchaba la música que le gustaba a mi padre... Cada tanto me reprochaba que estuviera vivo, llegando al punto de decirme un día que yo los había matado, describiendome punto por punto lo que les estuve contando... Fue demasiado para mí, y le dije que ella sería la próxima, que cuando menos se lo esperaba yo la mataría, me dijo que no esperara que lo hiciera ahora mismo...
Pero no lo hice, el secreto de un buen asesino es que ni su víctima tiene que sospecharlo, y cuando le dije que lo iba hacer había anulado esa posibilidad. Así pasaron días, semanas, meses, quizás años en los que seguían los reproches y los rituales. El día que intentó suicidarse con un cuchillo de cocina, la salvé con premura, la llevé al hospital, y cuando se recuperó la interné en un manicomio. No supe más nada de ella, me fui a vivir lejos, y eliminé cuidadosamente cualquier huella para que me pudieran ubicar, probablemente haya muerto. Cuidé que la internaran con las fotos y los discos, así que imagino que pasó o esta pasando sus últimos días con sus recuerdos.(Se siente un ruido de llaves, entran en la habitación dos hombres jóvenes. El asesino se sobresalta, y cuando ve quienes entran se le nota una expresión de alegría)
- ¡Hijo, volviste! (los hombres no lo escuchan ni lo ven y el asesino intenta abrazar a uno de ellos. Los dos hombres siguen conversando)
- ¿Cómo fue lo de tu viejo? (el asesino pone una expresión de incredulidad que muta a una resignación frente a su invisibilidad)
- La verdad es que no sé, yo hace un año que no lo veía, la última vez discutimos. Lo encontraron en su habitación, parece que hacía varios días que había muerto. Le dije que no soportaba que el nunca me haya contado su historia.. (El asesino se retira, apesadumbrado, haciendo mutis por el foro)
TELÓN